La histeria se cura con un consolador


La histeria femenina, cuyos síntomas incluyen: insomnio, retención de fluidos, pesadez abdominal, espasmos musculares, irritabilidad y pérdida de apetito; tiene solución. Se cura con un consolador... Bueno, eso era lo que aseguraba el doctor Joseph Mortimer Granville, en Inglaterra, a finales del siglo XIX. La trama de esta película, denominada originalmente Hysteria (en Latinoamérica la nombraron Tocando el Placer), es divertida y muy fluida. Hombres y mujeres la pasarán bien, al ver -con cierta ligereza- la historia del primer consolador eléctrico. Hugh Dancy, Maggie Gyllenhaal, Felicity Jones, Rupert Everett, Anna Chancellor, Gemma Jones y Jonathan Pryce son los encargados de darle vida a la producción; aunque sobresale Gyllenhaal con su chispeante mirada y el estilo de mujer liberal, quien va siempre en contra de lo convencional en esta entrega cargada de protesta, que no se sabe si es muy feminista o demasiado feminista. 


No quiero caer en juicios de valor, no diré si es buena o mala (al final colocaré la puntuación que considero y listo). Lo que sí deseo es dejar claro que tenía tiempo sin ver una película con ganas de arriesgarse. Tocar un tema así, de manera tan cómica, no es nada fácil. No te hace sentir incómodo, a pesar de que ves a damas de la tercera edad buscando una íntima satisfacción en manos de un hombre extraño. Y lo que hace más llevadero el relato es que lo tratan como mera técnica de la ciencia de aquellos tiempos. Entonces nos hace reflexionar y preguntarnos si en verdad existía tal ignorancia o tenían el completo conocimiento de lo que estaban haciendo. 


Por supuesto, todo es ficción. Yo, particularmente, no creo que ese sea el origen del aparato en cuestión. Sin embargo, tratándose de una cinta construida sobre la dicotomía del decoro y la pasión, la tradición y el progreso, cabe decir que Hysteria se decanta, a nivel expresivo, por la primera de dichas opciones. No en vano aborda todo con elegancia, es decir, que -en castellano- los psicólogos de ese siglo servían de estimulantes sexuales sin perder reputación. Me gustó esta entrega por su encanto y porque es una comedia sexual disfrazada. Además, rodea sutilmente la hipocresía social, burlándose de frente de las más puritanas y saliendo muy bien parada.



Puntuación: 3 de 5 

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