¿Hasta cuándo Adam Sandler?

Después de dos semanas de reposo médico, lo único que hago es lamentarme por no haber podido ver aún las propuestas venezolanas que están en cartelera. Mientras tanto, les traigo una cinta que seguramente muchos habrán visto, y  no me cabe dudas de que la mayoría habrá salido del cine diciendo: “Buenísima”. Yo no estoy de acuerdo. En realidad, ya me tienen cansada las peliculitas de Jennfer Aniston y Adam Sandler. Me parece bien que a ambos les esté resultando de maravilla la profesión que escogieron, pero dejen respirar a la gente. Si deciden aceptar otro proyecto tan seguido, procuren que sea algo distinto. Es como si los estuviéramos viendo en la misma historia pero con nombres diferentes (alguien me dijo esta última frase y yo me la apropié).
 Hablo de Just Go with It, mejor conocida aquí como Una esposa de mentira. El director es Dennis Dugan, cuya filmografía abarca casi toda la figura de Sandler (Zohan, Los declaro marido y marido o Un papá genial; por nombrar algunas). De ahí que pudiera tratarse de un filme poco objetivo: Dugan tenía ganas de hacer algo y llamó a su actor favorito. Es todo. La historia es sencilla, tonta y fácil de seguir. Un cirujano plástico, que mantiene un romance con una maestra menor que él, convence a su leal asistente para que finja ser su exesposa y así cubrir una falsa que él mismo montó. Una mentira lleva a otra, hasta que todos terminan involucrados en un disparate.
 Ciertos gags son inteligentes y existen momentos que van más dirigidos a los hombres, aunque las mujeres también pueden reírse. Lo único verdaderamente aplaudible son las actuaciones de los niños (Griffin Gluck y Bailee Madison). Se presenta un contexto crítico con la cirugía plástica, pues esta peli se burla de la cultura de la imagen. Sin embargo, hay una contradicción implícita al mostrar los cuerpos operados de las actrices. Me sorprendió enormemente ver a Nicole Kidman en un pequeño papel secundario que intentó robarle la atención a Aniston. Lo mejor: la escena con la oveja. Lo peor: la cara de Adam Sandler. ¡Hasta la próxima!

El ocaso del amor

Seguramente, cuando estrenaron Los puentes de Madison yo estaba inmersa en los exámenes del bachillerato, sin prestarle mucha atención al cine. Tuvieron que pasar casi dos décadas para que yo me interesara por este título tan simple como estremecedor. En realidad, en esta vida hay pocas cosas más milagrosas y misteriosas que enamorarse; no encapricharse, sino enamorarse profundamente y con el alma. Por fortuna, para enseñarnos a entender un poco más ese estado nació Clint Eastwood, quien vino a este mundo con el propósito de derramar todo su talento en la gran pantalla. Él revela cómo un cineasta de gran sensibilidad es capaz de retratar con aliento poético la pasión desbordada de dos seres humanos
Eastwood dirige y actúa de forma magistral. Sin embargo nada hubiese salido tan bien sin la presencia avasallante de Meryl Streep. La película está ambientada en la época de 1965. Francesca es una ama de casa que se encuentra disfrutando de apenas cuatro días de soledad en su casa en Iowa. Su esposo y sus dos hijos adolescentes se marcharon a la feria del Estado de Illinois.  Un encuentro fortuito le cambia la vida, cuando conoce a un solitario fotógrafo del National Geographic, llamado Robert Kincaid. Ambos comienzan sintiendo una atracción espontánea y, más tarde, se enamoran de tal manera que duele el corazón de sólo verlos.
Hay una infidelidad latente, la cual hace eco durante todo el metraje. Con frecuencia sale a flote para decirnos: “Hey, recuerden que ella está casada”. No obstante la belleza permanece y no queda espacio para juzgar, ni siquiera el adulterio de Francesca. Creo que ella logra tomar las decisiones correctas. Yo aplaudí lo que hizo al final. Vale aclarar que no hay grandes escenas amorosas; es decir, no empalagan con diálogos baratos ni frases repetidas. Aquí lo menos es más, sobre todo una de las últimas secuencias del relato: prodigiosa, estilística  y desgarradora. Una lección de vida cimentada en el milagro de un amor correspondido al final de los años. Lo mejor: la escena bajo la lluvia, mientras los protagonistas lloran; la fantástica fotografía, la banda sonora y la ambientación, Lo peor: nada. 



¿Una peli de fantasmas? No, para nada

No es un cuento de fantasmas banal e intencional. Hereafter (Más allá de la vida) es un drama sentimental que habla del final y el comienzo de una manera profunda y emocional. Los que en el inicio la vean sin mucho conocimiento pueden imaginarse que se trata de una nueva entrega del mexicano Alejandro González Iñárritu y, aunque el planteamiento sea parecido, detrás de esta poética historia, en la que varias personas tienen conexión aún cuando están separadas por una barrera geográfica, está la mano de otro grande: Clint Eastwood. Este maestro se atreve a mostrar tres personajes con experiencias cercanas a la muerte pero lo hace coqueteando con el cine de género y acaba ofreciendo un convencional relato susceptible. Eso no hace que nos quejemos, por el contrario, lo agradecemos.
Varias personas un tanto "decepcionadas", afirman que el director, a pesar de que parece haber alcanzado pleno dominio del clasismo formal, peca de inocente al realizar una película con un guión defectuoso que tiene poco qué contar. Yo sólo ratifico el hecho de que es medio larga y pierde tiempo en subtramas que no conducen a nada. Sin embargo, considero que se trata con mucho respeto al espectador, al hablar de espectros que pueden también ser admitidos como ilusiones. Eso hace que los incrédulos no se esfuercen. Todo depende de lo que quiera creer o de lo que tenga en su registro de formación cultural. Una periodista francesa (Cécile de France) muere y regresa al mundo después del tsunami que asoló el sur de Asia en 2004; un niño de 10 años pierde a su hermano gemelo en un accidente; y un psíquico llamado George (Matt Damon) puede hablar con los muertos -aunque prefiere no hacerlo-. Él tratará de darles consuelo.
Todas las actuaciones están excelente, en especial la de Damon, quien muestra un registro diferente, alejado del que presenta en las cintas de acción: sobrio, tranquilo y muy humano. Lo que expresa lo saca desde adentro. Lo mejor de Hereafter-para mí- es la secuencia del maremoto, sencillamente perfecta. A eso le sigue una deliciosa escena en la que Eastwood establece un espacio íntimo: George, con el propósito de alejar la maldición que le da su "don", se inscribe en unas clases de cocina donde conoce a una hermosa chica. Ambos, a sabiendas de que se gustan, realizan una actividad asignada para adivinar sabores. Sobresalen los en gestos, las miradas, los planos cercanos de labios que saborean y los diálogos bajitos en incitantes. Qué lástima que eso sea todo, pues luego experimentan la frustración. No puedo seguir contando nada más. La recomiendo. ¡Nos leemos!