Terror en justa proporción

La película de turno es una de terror. Los cinéfilos que me escriben siempre me sugieren dedicarle algunas líneas a esas producciones que nos dejan varias noches sin dormir o que nos causan sobresaltos en ciertas escenas. Para complacerlos vengo con El Eco, una cinta del director filipino Yam Laranas, quien supo hacer un buen trabajo, adaptando la obra original (de su misma autoría) a un ritmo sosegado pero muy exacto. Se trata de un filme que se ubica en un lugar privilegiado dentro del género. Claro, con esto no quiero decir que llega al nivel de obra maestra, simplemente es un producto recomendable, con un protagónico fuerte en las manos del joven Jesse Bradford. Pudo dar mucho más, sí, pero logra su objetivo al mostrar una ambientación casi perfecta.
Bobby (Bradford) acaba de salir de la cárcel, luego de cumplir una condena por homicidio involuntario. Trata de rehacer su vida mudándose al apartamento de su madre, quien murió mientras él estaba tras las rejas. A su llegada, es plagado por extrañas ocurrencias. Está rodeado de vecinos raros, en especial una familia que vive al lado y que es víctima de la violencia doméstica. Bobby lucha por descubrir la verdad y salir con vida de ese lugar. Partiendo de esa sinopsis es que podemos destacar lo bueno de la entrega. El edificio donde se desarrolla la mayor parte de la trama es antiguo, tétrico, gris y deteriorado, lo que le da mayor fuerza al argumento y hace que el espectador entre en el ambiente que requiere este tipo de relatos.
¿Qué le critico? Quizá un poco de inconsistencia en el guión y el hecho de que Laranas decida recorrer lugares comunes. Por ejemplo: la forma de espantar utilizando niños y el aspecto de algunas imágenes que ya las hemos visto en otras películas parecidas. El final tampoco fue el mejor, pero no es el primero ni el último cineasta que recae en esos clichés. Lo bueno es que hay una gran carga dramática en el personaje principal quien, además de lidiar con los eventos sobrenaturales y el recuerdo de su madre, desea reconquistar a la mujer que ama y obtener un lugar decente dentro de la sociedad. Eso oxigena los momentos terroríficos, que -por cierto- están tremendamente bien mezclados. Poco le faltó a El Eco para ser redondo. No es la maravilla del siglo, pero lo puedes ver un domingo a las 12.00 de la medianoche.


La asesina más sexy

Generalmente, las películas de acción están protagonizadas por hombres forzudos y rudos; caballeros de la actuación, a quienes no les importa ponerse esa etiqueta en la frente. Sólo al verlos se nos viene a la mente una escena de explosiones, metralletas o persecuciones en carros que corren a más de 150 kilómetros por hora. ¿Qué ocurre cuando toda esa imagen se centra en la silueta de una mujer? Puede ocurrir que el espectador no se lo crea y comience a catalogar la cinta de inverosímil. Por ejemplo: aquella cinta llamada Enough, donde Jennifer López interpretó a una ama de casa maltratada que planea una mortal venganza contra su exesposo. Recuerdo que en esa oportunidad (2002) una mente masculina expresó después de verla: 'Qué mentira tan grande". Ahora ocurre algo similar con Colombiana, la nueva entrega escrita por el famoso guionista Luc Besson y dirigida de Olivier Megaton.
A los 10 años Cataleya Restrepo (Zoe Saldana) presencia el brutal asesinato de sus padres por los secuaces de Don Luis, un líder del tráfico de drogas de Colombia. Cataleya se las arregla para escapar de las balas y llegar a Chicago, donde vive su tío Emilio, también un gánster. Él hace todo lo posible para alejar a su sobrina de la vida criminal, pero ella está decidida a convertirse en una asesina profesional. A los 25 años ya es una verdadera sicario a sueldo, pero su único deseo es vengar la muerte de sus seres queridos. Ver a la  protagonista de Ávatar en ese papel me pareció una experiencia grata, mas no extraña. La estadounidense tiene el porte y la actitud para personificar a una dama completamente ajena a las convencionales. Debo admitir que, pese a ciertas críticas no constructivas, el proyecto me gustó y no me pareció tan palomero como se escucha en los rincones cinematográficos.
No hay que ser muy exigente al momento de observar Colombiana. Mi consejo es: si no tienes la capacidad para tragar algunas escenas un tanto fantásticas, entonces ni te molestes. Busca otra para que disfrutes sin sufrimientos y sin decir: "¿Es en serio?". Hay muchos clichés y el primero comienza con una mujer sexy que lleva un arma encajada en su ropa interior. Sin embargo, estoy segura que a los hombres no les molestará eso. Megaton está correcto en su dirección. Si hay que poner un pero en la parte técnica se lo atribuiría a la secuencia con los tiburones que parecen comiquitas. Lo mejor: una entregada Zoe Saldana, con un cuerpazo entrenado que se mueve al son de la banda sonora. 

Así comenzó todo

Cuando los remakes o las secuelas ya no dan más, y cuando los directores buscan alguna manera de ganar dinero entreteniendo al público con una historia más o menos parecida, entonces aparecen las precuelas. Aquella película basada en la novela del escritor francés Pierre Boulle (El Planeta de los Simios) conquistó a las viejas generaciones e inmortalizó al actor Charlton Heston como uno de los mejores profesionales del antiguo cine. De hecho, ese título se mantiene en la punta de la montaña. Es un gran cásico. Pero lo que le siguió no fue tan exitoso, sobre todo aquel intento de Tim Burton por querer explotar la taquilla con una entrega que llevó el mismo nombre y que se estrenó en 2001. La crítica especializada la destruyó y los espectadores no quedaron muy satisfechos.
Pareciera que la escalera se hubiese desbarrancado desde la última entrega. Ya no era posible lanzar al mercado otro filme llamado El Planeta de los Simios, pues auguraba un desastre seguro. Sólo hubo alguien que se arriesgo y jugó la mejor carta: Rupert Wyatt. Este director decidió retomar a los simios para contar el inicio de toda la cosa. Romper el misterio, desvelar secretos y explicarle a los seguidores de la saga cómo llegaron esos animales a dominar sobre la raza humana no sonaba tan descabellado. Rick Jaffa y Amanda Silver escribieron el guión y junto a otro elenco (James Franco, Andy Serkis, Freida Pinto, Brian Cox y John Lithgow) le dieron forma a un relato que no defraudó los gustos. Muy buenos comentarios son los que han surgido para Rise of the Planet of the Apes (2011) y -hasta ahora- ha recaudado un total de 176 millones 140 mil 806 dólares. Eso quiere decir que esta sí resultó.
Will Rodman (Franco) es un científico que trabaja para una corporación farmacéutica, dirigiendo una investigación genética que desarrolla un virus benigno para recuperar el tejido deteriorado del cerebro humano y así encontrar una cura para el alzhéimer. Los monos son los conejillos de india. De repente el proyecto se paraliza pero Will decide seguir investigando desde casa junto con Caesar (Serkis), el único simio sobreviviente. El fármaco produce resultados inesperados, y Caesar empieza a experimentar una evolución tan notable que cambiará el transcurso de la historia. Lo mejor de todo es que la película presenta paso a paso la evolución de Caesar, creando una gran empatía con el público. Por otro lado, la calidad de los efectos digitales aquí es notable. Con la expresividad de Serkis (quien nunca asistió al set de grabación, sino que prestó sus gestos) estamos ante un CGI casi perfecto. Una producción bien facturada que dio en el clavo.

Claustrofóbicos abstenerse


Paul Conroy (Ryan Reynolds), padre de familia y contratista civil en Irak, despierta en un viejo ataúd de madera sin saber quién lo ha puesto ahí, ni por qué. Todo lo que él sabe es que casi no puede respirar y que, por una u otra razón, le dejaron en sus manos un Blackberry. No se crean que ustedes (espectadores) sí sabrán qué hace él en ese angustioso hueco que pareciera estar debajo de la tierra. Conforme vamos viendo el relato, nos vamos enterando a cuenta gotas, y junto con el protagonista, de los hechos. Y no sólo nos enteramos, sino que nos desesperamos hasta el punto de querer dejar de ver la cinta, pero no... que va, eso es imposible. Buried (Enterrado) te deja tan atónito que al final no podrás ni hablar. Nunca había visto un filme tan apasionante y claustrofóbico en toda mi vida. No hay necesidad de escuchar diálogos, ni de disponer de efectos especiales; aquí la sencillez es la magnificencia. Durante los 95 minutos que dura, lo único que presenciamos es una escena con escasas tomas. Eso es lo mejor.


Les sigo contando: Paul dispone de muy poco oxígeno, su contacto con el exterior se limita al móvil con la mitad de batería y con una precaria cobertura.  Tras largo rato de agonía, descubrirá que lo secuestraron y que salir vivo de ahí dependerá de que alguien pague su rescate. La película comienza en la más absoluta oscuridad, el sonido es el único aliado del público. La tenue luz de un encendedor hace que detallemos a Reynolds por primera vez. La frustración, la agonía, el miedo y la impotencia de ese hombre se adueñan de nuestro cuerpo. Yo me sentía testigo de la situación por experimentar la misma sensación de Paul. Sufrí, lloré y descargué mi rabia al final. No despegué mi vista de la pantalla jamás. El director (el español Rodrigo Cortés) logra esa conexión entre la gente y el personaje, mostrando sólo un escenario.

Ryan Reynolds durante el rodaje.
Lo más excitante es que muchos se preguntarán: ¿Qué tantas cosas pueden pasar en un ataúd? La respuesta es: DE TODO. Lo que tú menos te imagines le ocurre a Paul dentro de esa caja que no le permite casi ni moverse. El dinamismo, la fluidez y la iluminación son tres elementos fundamentales en esta producción, sin dejar a un lado la actuación del canadiense. Él no se mueve, habla poco y no tiene interacción con nadie... Aún así transmite miles de sentimientos. También hay que aplaudir los toques de humor que aporta el guión, pues eso nos ayuda a liberar la tensión. Creo que es una cinta demasiado completa, diferente a muchas y con una carga emocional y psicológica sumamente intensa. Un thriller de alta calidad que no pueden ver los claustrofóbicos ni en juego.


Un clásico difícil de olvidar


Cuando El Rey León comienza, al espectador se le eriza la piel. Si es niño o adulto no importa, las emociones que siente son las mismas, aunque desde diferentes perspectivas. Este clásico de Disney está tan bien hecho que dudo mucho que alguien quede indiferente ante sus escenas, secuencias y reflexiones.  La mayoría de los seguidores del cine animado lo tiene como favorito y lo considera el más majestuoso de los estudios. La fascinación de su arranque, cuando Mufasa y la madre de Simba tienen ese sentimental acercamiento, se convierte en el gancho. Ahora que volvió al cine en formato 3D, las nuevas generaciones apreciarán su esplendor por primera vez en la gran pantalla.


Yo perdí la cuenta de las veces que he visto este filme. En mi niñez y adolescencia lo repetía hasta el cansancio, después de que mi padre me llevó a un gran teatro que servía para ver películas a finales de los 80. Después de convertirme en madre aumentó el número. Tal parece que le transmití a mi hija la admiración. Aquí abunda el amor de familia, la relación padre-hijo, la amistad y la superación personal. Se centra en la idea de la pérdida del destino y su recuperación. Los temores y los traumas sí se escalan, según la experiencia del protagonista, en quien cae todo el peso de la historia. La producción sigue las aventuras de un joven felino que lucha por asumir las responsabilidades de la vida adulta y su compromiso como rey de la selva.


A lo largo del metraje hay varios momentos inolvidables que resultan creíbles. Creo que es una de las pocas películas de Disney que presenta una trama tan real, tan humana. El personaje principal tiene una carga psicológica muy intensa y la transmite al público. ¿Cómo olvidar la cara de Simba cuando se da cuenta de que su padre está muerto? Minutos después su tío lo acusa de asesinato y el ambiente se torna sombrío. La planificación y ejecución de las secuencias poseen una calidad cinematográfica única. Son minuciosas y bien cuidadas todas las escenas. La manera de presentarnos la transformación física e interior del personaje principal también es loable. Eso, junto con las canciones de Elton John (la banda sonora ganó dos Oscar) convierten esta entrega en una maravilla que el verdadero fanático no se cansará de disfrutar jamás. Si aún tuviera que rebobinar la cinta de VHS para volver a verla, lo hiciera sin problemas. Ver tráiler. 



Una delicia...

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Nunca leí la novela de Charlotte Brontë, Jane Ayre, y tampoco vi ninguna de las adaptaciones cinematográficas previas a las que hizo Cary Fukunaga este año. Por lo tanto no puedo hacer comparaciones entre una y otra, sólo me limitaré a hablar de esta última entrega que a mi juicio es una joya. Es difícil que una película tenga la potencia de despertar en el espectador sentimientos diversos como: tristeza, admiración, alegría, melancolía y admiración. Desde el instante en que esta historia comenzó me quedé perpleja y no despegué mi mirada de la pantalla ni un segundo. Me zambullí en ese mundo que rodea la maravillosa figura de una joven golpeada por la vida, pero esperanzada por el futuro de un amor tan fuerte que la paraliza.
El director demuestra ser grande, aún cuando en su haber no hay mucho trabajo en largometrajes. De él sólo recuerdo aquella producción latina de 2009 titulada Sin Nombre (excelente, de paso). En esta oportunidad, y según los comentarios de ciertos fanáticos de la literatura original, no se arriesgó en la aventura de añadir nuevos elementos, sino que se mantuvo fiel a la historia y utilizó lo mejor que tiene para contarla a su modo (por medio de flashback). Al parecer no copió absolutamente nada de sus antecesoras y eso es aplaudible. Destaca su montaje y la sensibilidad con la que dotó el filme. La solidez y la calidad se imponen sin exageraciones ni dramatismo repugnante. La ambientación, de mediados del siglo XIX es de primera, la fotografía es grandiosa y transmite ese toque oscuro, intensó y emocional que caracterizan este tipo de producciones.
La trama, misteriosa e inquietante, va acorde con el ritmo que no decae en ningún momento. El metraje está perfecto (un poco largo para contarlo todo, mas no aburrido). Sin embargo, lo mejor es el reparto. Mia Wasikowska (la Alicia de Tim Burton) ofrece una actuación de altura como Jane Eyre. Aparenta ser frágil, pero en realidad es fuerte, íntegra, rebelde, sensata e inteligente. Y Michael Fassbender (X-Men: First Class) está bárbaro y actúa con una mirada penetrante que jamás olvidarán. En una escena, cuando se desgarra llorando, le traspasa al espectador toda la desesperación  y hace que sintamos su dolor. Eso por hablar de los protagonistas, porque si incluyo al resto de los personajes necesitaré otra columna. Esta cinta es una delicia, un banquete especial para los amantes del cine de época y para los que aprecian lo bueno del séptimo arte en general.

Películas honestas y esta...


Es difícil encontrar películas buenas o malas en su totalidad. La cuestión del cine es tan subjetiva que llegar a ser crítico es una responsabilidad bien grande. Lo que a mi me puede parecer detestable, otro es capaz de catalogarlo como "lo mejor del universo". Cada vez que quiero hablar de alguna producción me pregunto: "¿Qué opinará el resto de los cinéfilos? En este caso no lo hice. No sé si Bajo el mismo techo ( Life as we know it), una especie de teleserie romántica, le guste a todos o si sea capaz de mantener el interés de los más exigentes. De lo que sí estoy segura es de su honestidad. Debo reconocer que me gustó de principio a fin y que no me decepcionó, pues no esperaba nada diferente. El guión se plantea claro y -para qué negarlo- previsible con todo lo que va a pasar.


Aunque es del año pasado, sé que la mayoría no la ha visto. Para ese grupo trataré de ser discreta al contar la historia, porque si se revela un sólo detalle se adivina todo. Holly Berenson (Katherine Heigl) y Eric Messer (Josh Duhamel) tienen una cita arreglada por una pareja de esposos con la que guardan una gran amistad. El encuentro es tan desastroso que ni siquiera llegan al restaurante. Ambos se dan cuenta que son dos polos opuestos y ruegan no tener que encontrarse "nunca más", petición que no se les cumple. En adelante, ellos deberán soportarse en cada evento (matrimonio, baby shower o primer cumpleaños del bebé) que organizen sus queridos amigos. La sinopsis presenta un aparente cliché que no abandona el género, pero el desarrollo introduce al espectador en unos caminos extraños y es cuando lo hace cuestionar si en realidad se trata de una comedia o un drama.




Yo la catalogué como una comedia melodramática, en la que se mueven personajes con actuaciones correctas. Heigl y Duhamel demuestran que son capaces de desplazarse en cualquier clima y, en los momentos clave, colorean las situaciones para que nos olvidemos de la tragedia (sí, existe una fatalidad de la cual se desprende lo más importante del contenido, pero queda en segundo plano). Si tienen ganas de saber "un poquito más", déjenme adelantarles que los protagonistas no son dos, sino tres. El tercero es una dulce bebita llamada Sophie, a quien llegamos a adorar. Bueno, eso es evidente en el póster. En definitiva, esta obra de Greg Berlanti es una entrega que no se traiciona a sí misma y que tiene momentos divertidos que la definen como simpática, a pesar de que lo visual no es tan creativo. Lo importante es que el público se conecta con un producto bastante decente. Te lo prometo, la pasarás bien.



El serio problema de la depresión


Los espectadores que asistan al cine y decidan ver la nueva película de Mel Gibson, Mi otro yo (El castor en otras partes), posiblemente lo hagan por presentir que se trata de una cómica historia entre un hombre y un peluche. Les aconsejo que primero revisen la sinopsis y vean el tráiler, porque lo que el público se encuentra es un armazón dramático que lo deja mucho más deprimido que el protagonista. The beaver (su título original) muestra a Walter Black, un empresario deseoso de redescubrir a su familia y "reacomodar" su vida. Es acosado por sus propios demonios,  esos que le dicen que ya no es el mismo ejecutivo brillante que dirige con éxito la juguetería que le heredó su padre. Sufre una grave depresión y, por mucho que lo intenta, no consigue nada que le permita retomar el rumbo, hasta que un día se topa con una marioneta en forma de castor.

Es una película con buenas intenciones, cuyo tema central presenta una enfermedad que afecta a mucha gente al rededor del mundo. La depresión es así, sumerge a la persona en el fondo del mar, la ahoga y le amarra un yunque en los pies para que no tenga la oportunidad de salir a flote. La dirección está a cargo de la actriz Jodie Foster, que también hace las veces de la esposa desesperada y ansiosa de ver a su marido completamente curado. Después de A casa por vacaciones, reincide en los problemas de la comunicación con los demás y, especialmente, con los seres más queridos. Se apoya en varios puntos de interés que posee el guión de Kylle Killen. Hay cierta originalidad en el punto de partida. Ver al personaje de Gibson interactuar con su otro yo y mantener un equilibrio entre lo dramático y lo cómico, es admirable.  También hay un tono surrealista e incluso terrorífico.


Me encantó el performance del protagonista. El actor logra una actuación formidable y poderosa. Creo que lo único que le faltaba, dentro del medio artístico, era graduarse de ventrílocuo y ya lo hizo. Lo que nos transmite es exactamente lo que -imagino- quería transmitir su directora. Se nota acabado, avejentado y muy enfermo, psiquiátricamente hablando. Por otro lado, el castor cobra vida y se convierte en un protagonista paralelo, con una personalidad bien definida. Lo único malo es que Foster no amplió el trasfondo. ¿Por qué Walter siente tal desilusión? Por un momento la cosa parece ser genética. En líneas generales, es una buena opción para los amantes del drama, una cinta con una vocecita que susurra: "Le puede pasar a cualquiera". 


Una Caperucita crepuscular


Tengo varias semanas hablando de películas que me dejaron satisfecha; cintas bien hechas en su mayor parte y bastante recomendables. Ahora llegó el momento de hablar de una que no pasó la prueba. Me refiero a La chica de la capa roja, mejor conocida en otras partes de Latinoamérica como Caperucita Roja. Con este último título difiero un poco, ¿Por qué llamarla igual que el cuento que nos acompañó durante nuestra infancia? Simplemente porque nos presenta a un lobo, a una jovencita y a una abuelita? El guión tiene unos forzados intentos por parecer inteligente, y la verdad no es nada grandioso. Si alguna persona no lo entiende, no significa que contenga una trama rompe cocos. En realidad, no tiene ni pies ni cabeza. Nos encontramos una entrega de lo más simplona.

Comencé a investigar para saber si, en efecto, el escritor David Leslie Johnson se había inspirado en la historia original y descubrí que Charles Perrault incluyó la vieja leyenda en un libro de cuentos en 1697. En las primeras versiones, Caperucita se comía la carne descuartizada de la abuelita. La historia era bastante aterradora y había nacido con el propósito de aleccionar a las niñas para que no entablaran contacto con desconocidos. Más tarde, Ludwig Tiek escribió una más sangrienta, con elementos eróticos y se llamó Vida y muerte de la pequeña Caperucita Roja: Una tragedia. Se presume que el reciente estreno proviene de ahí, sin embargo, se queda corta. Dados los antecedentes, se podía jugar mucho más con la fantasía y el terror.



Las actuaciones no están mal. Amanda Seyfried (protagonista) siempre está correcta y cada vez mejora más. Lo que sucede es que se anunciaba como una propuesta con potencial, con toques oscuros y terminó proyectando un estilo muy crepuscular. Para los que no entienden esta última frase, La chica de la capa roja es dirigida por Catherine Hardwicke, quien estuvo a cargo de la primera cinta de la saga Crepúsculo. También hay otros fallos, como por ejemplo: algunos personajes tienen un look muy moderno, como para pertenecer a la Edad Medieval; se expresan igual que los de las series de televisión, a fin de cuentas, estamos ante otra obra creada para adolescentes. Lo que sí puede rescatarse es la fotografía. Muy bien logrados los contrastes y la recreación de la aldea. Si tienes entre 14 y 18 años la puedes ver con confianza.



Una comedia inteligente


Hace dos meses estuve revisando los próximos estrenos de la cartelera y me encontré con un póster en el que aparece Steve Carell tendido en un sofá, mientras unas piernas femeninas se imponen frente a él. Anoté el título en mi lista de "películas por ver" y me llamó la atención que se llamara Crazy, stupid love. "¿De qué tratará?", pensé y me prometí echarle un ojo al tráiler. Olvidé el asunto y me dediqué a disfrutar de otras que sí estaban disponibles. Pasó el tiempo correspondiente y comenzaron las recomendaciones. Indagué y me di cuenta del gran reparto que contenía: Julianne Moore, Emma Stone, Marisa Tomei, Kevin Bacon y -por si fuera poco- Ryan Gosling. La sola presencia de este chico siempre me causa un interés total.


Me fui al cine con las expectativas muy altas y, aún así me cautivó. La cinta de Glenn Ficarra y John Requa (I Love You Phillip Morris) es la entrega más agradable, entretenida e inteligente de la temporada; con un guión escrito por uno de los más valorados de la actualidad: Dan Fogelman (Cars 2006). Sentada en la butaca, degustando una gigante barra de chocolate con maní, observé con placer como el protagonista de The Notebook aparece en su primera escena con sobrada elegancia. Más adelante hace alarde de sus abdominales y su cuerpo en pleno. Crazy Stupid Love puede ser la confirmación del año para Gosling, quien además viene con un thriller de acción que triunfó en Cannes (Drive) y la nueva propuesta dirigida por George Clooney (Idles of March).


En lo que atañe a la película en general, tengo que decir que me pareció sencillamente genial. Son pocas las comedias románticas contemporáneas que logran destacarse, y esta lo hace "a rabo alzado". El género, que se ha convertido en un cliché compuesto por chistes malos, aquí marca una gran diferencia. Si me pongo un poco objetiva, podría aceptar que Crazy... no escapa totalmente de lo convencional, sobre todo por la forma en que termina la historia, pero el extraordinario trabajo del elenco es tan bueno que sobrepasa las líneas establecidas. Tiene romance, drama y diversión en justa proporción. También deja un aire de reflexión, pues tras su aura de frivolidad guarda un tema profundo. Una cinta honesta en sus partes más genéricas, que sabe con exactitud su condición y que se esmera en sus fortalezas, para complacer a un público con ganas de relajarse. Nada malo que atribuirle.

Tiene sus límites



En El ilusionista (2007),  Neil Burger creó un personaje con presuntos poderes sobrenaturales, un mago que cautivó a la población de Viena de principios del siglo XX. En esa oportunidad contó con Edward Norton, quien todavía es recordado por esa interpretación. Ahora (2011) Limitless le regala al director estadounidense otros reconocimientos, gracias a la actuación de un Bradley Cooper entregado y dispuesto a demostrar que tiene el potencial para llevar todo el peso de una película en su primer protagónico real. Nos encontramos con una producción que posee un argumento interesante: Eddie Morra (Cooper) es un escritor con una imaginación tan corta como su éxito. La vida que le espera está marcada por constantes fracasos y no tiene nada a su alcance para mejorar. Por casualidad se encuentra con el hermano de su ex mujer, quien le entrega una "pastilla milagrosa" para elevar su capacidad cerebral al 100 por ciento. Gracias a la droga experimental NZT, el protagonista se vuelve una especie de fenómeno  y, con su inteligencia, logra sorprender al más incrédulo.


Basado en la novela The dark fields de Allan Glynn, este filme es un efectivo thriller que se pasea entre la fantasía y la ficción -con un poco de acción-. El relato mantiene al público con la atención fija en el actor principal. Sin embargo, el resultado satisface las necesidades de los cinéfilos en una medida que no rebosa los "límites", es decir deja una inevitable sensación de que pudo hacerse mucho más. El guión, el reparto y los efectos dan para un: "¡Wao!", pero las frases al salir del cine se quedan en: "Es muy buena".  Se nota que la intención de Burger es evitar las complicaciones y entretener ligeramente. Sólo algunas veces se mete por varios vericuetos.

Dos elementos me chocaron en esta entrega: 1) El montaje, el cual está realizado al más puro estilo videoclipero. Eso no está mal, ni siquiera es un error, pero debo admitir que aún no me acostumbro y prefiero las entregas más simples. Y 2) Robert De Niro, pues como ya tiene fama se acostó a dormir. Su nombre seduce al público de entrada y más adelante nos damos cuenta de que su participación es floja. Por ahí leí en otra crítica que el veterano encendió su botón automático y simplemente actuó. Todo lo demás es digno de ver y analizar.

Los pedazos de un matrimonio


Cuando vemos comedias románticas, lo hacemos a sabiendas de que todo terminará bien. Son historias predecibles la mayor parte del tiempo; nos relajan, nos hacen reír y nos brindan cierta esperanza. Qué distinto es presenciar un drama crudo, serio, visceral y humano como el que nos pinta el debutante Derek Cianfrance en Blue Valentine. En el póster se plasma una imagen de lo más amorosa, pero no, el desarrollo demuestra que la historia es muy dolorosa. A Venezuela llegó con el nombre de Corazones rotos y por primera vez agradezco el atino, pues el título en español describe la película en gran manera.


Vamos a sincerarnos, ¿Qué porcentaje de la población mundial ha tenido que recoger los pedazos de un matrimonio? ¿Cuántos están casados y sienten que el tedio es más pesado que las mismas responsabilidades? Algo así le ocurre a Dean y a Cindy en esta producción, cuyo tema central no es nuevo y sin embargo se presenta de forma magistral, pura y original. Nos identificamos conforme van pasando los minutos, tanto así que a la mitad del metraje las emociones son tan intensas que no queremos que termine. Ryan Gosling y Michelle Williams son los protagonistas y brindan performances impecables. Muchos compararon este filme con Revolutionary Road, pero créanme, no es lo mismo. Los jóvenes actores de los que hablo ahora están mejores que Leonardo DiCaprio y Kate Winslet.


Este par tiene una química increíble en la pantalla grande

Gosling y Williams tienen una química evidente en los momentos de romance y en los de hastío. Surgen en dos tiempos: el presente, donde aparentemente no hay nada que hacer, y el pasado, cuando comienza la relación y se enamoran “bonito”. El intermedio nos lo perdemos, quizá porque al autor le plació que sacáramos nuestras conclusiones. Saber qué ocurre exactamente con la pasión que los unió se convierte en tarea para después. Pasé varios días con Blue Valentine en la mente, analizando que los cuentos de hadas son una falacia. En la trama, esta pareja es capaz de compartir un pitillo y de intercambiar un baile ocasional, más sin embargo el amor se va. Él le suelta una frase fría: “Soy bueno contigo, te respeto y te quiero". Ella lo mira y le dice que todo terminó. No valió un hotel, un baño juntos ni una tanda de sexo. Al alba el quiebre no se pudo detener.


Por su tremenda actuación, Michelle Williams estuvo nominada a Mejor Actriz  Principal en los Oscar 2011

Biutiful



Con Biutiful ocurre algo especial. La presencia de Iñárritu es evidente, a pesar de que no se entremezclan historias varias. En esta oportunidad, la trama se centra únicamente en la vida de un hombre que está al borde del abismo. Parecía arriesgado que mi cineasta hiciera un trabajo alejado de su estilo, pero lo hizo y todo le salió bien. Contrató al indicado para el papel: Javier Bardem. No en vano ganó la Palma de Plata al Mejor Actor en el Festival de Cannes y estuvo nominado en los Oscar 2010 en una de las categorías principales. Su actuación es soberbia, magnífica y dura. Por cierto, la película también lo es.


Difícil de digerir, Biutiful deja muchas preguntas en la mente del espectador, con todo y que cierra como debería. Se desarrolla en una Barcelona gris –la fotografía de la cinta así la pinta-. Por las calles corre la pobreza, más aún al ver la cara del protagonista, la cual nos conmueve desde el principio. De nuevo el dolor se refleja en el ámbito familiar y social. Miserias humanas por decirlo así. Uxbal es una especie de héroe trágico que lucha contra la corrupción y que desea conseguir la redención antes de desaparecer del mundo real. Le cuesta y, sin embargo, trata de rendirse ante un destino que no tiene otro camino que ofrecerle. Su amor por sus hijos lo mantiene vivo, aunque sin fuerzas.


Las opiniones ante esta producción son muy diversas. Me he encontrado con cinéfilos que la consideran “hermosa” por mostrar con argumentos que “de beautiful no tiene nada”. Otros me han dicho que es larga, lenta y aburrida. Esto último puede ser cierto, pero a mí no me molestó. No podía tener otro ritmo. Creo que toca el tema de la muerte con altura. Puede deprimir un poco a aquellos que tengan un familiar con una enfermedad terminal. Peor aún, si estás esperando el resultado de un análisis POR FAVOR no la veas. Como Uxbal hay miles de personas en el mundo. En conclusión, está es la cuarta y última entrega de Iñárritu, un director al que hemos visto crecer y que seguramente llegará más alto. Esperamos que regrese pronto y vuelva a sorprendernos. Yo no lo dudo.

Imagen del rodaje. A. G. Inárritu da instrucciones al equipo