Passengers: El caso es soñar


Tengo una manía ineludible: Al terminar de ver una película, paso horas en Internet leyendo comentarios y críticas de lo que acabo de ver. Cuando los créditos de Passengers aparecieron, abrí Google y lo primero que encontré fue una frase que decía: "El caso es soñar y para eso está el cine". Me llamó tanto la atención que la escribí y la guardé, porque yo siempre he dicho eso. Es más, rara vez expreso cosas como: "Es que eso es muy inverosímil". ¿Qué importa que sea inverosímil? Nosotros nos sentamos en las butacas a observar sucesos que posiblemente jamás viviremos. Lo que experimentan Chris Pratt y Jennifer Lawrence en la cinta del director Morten Tyldum es algo que solo lo veremos frente a una gran pantalla y nada más. La entrega me pareció una bonita sorpresa, una hermosa historia de amor dentro de una trama futurista que -si bien ya ha sido abordada en el séptimo arte- está contada con alma, dejando un buen sabor de boca. Tras el impacto con un gran meteorito, una nave espacial interestelar que viaja con piloto automático a un planeta lejano transportando a miles de personas, tiene una avería en una de las cápsulas de hibernación. Como resultado, Jim Preston (Pratt) se despierta 90 años antes del final del viaje. Estando completamente solo, intenta por todos los medios volver a hibernar pero, después de un año, desiste. Su estado mental comienza a flaquear y es cuando se obsesiona con despertar a Aurora Lane (Lawrence), otra de las pasajeras que duerme dentro de su cápsula. 


Lo más atractivo del argumento es el modo fascinante en que nos plantea el porvenir de la especie humana, tocando temas como: la soledad, el egoísmo, sentimientos encontrados, el amor, el destino y el disfrute de cada minuto. Ese es el mensaje. Luego tenemos la cuidadísima estética y la dirección artística. El fastuoso interior de esa nave, la cual llegará a su destino después de un siglo. No es como otros que ya nos han presentado, es como ir a bordo de un crucero de lujo, donde unas máquinas te sirven desde desayuno francés hasta un simple café negro; donde unos pequeños robots limpian cada rincón y donde un androide con raciocinio te ofrece whisky con hielo mientras tienes con él una amena conversación. Y aquí me detengo para hablar de él, de Arthur, encarnado en la piel de Michael Sheen, cuya presencia en este filme es una de las mejores apuestas. Este actor, junto con los otros dos protagonistas, levantan Passengers a niveles muy altos, a pesar de que una de las mayores críticas a esta película es la poca profundidad de los personajes. Pero, para mí, la joven pareja tiene una excelente química. Además, ambos son tan hermosos que parece mentira que se hayan encontrado en el espacio. Ella, con unos registros impresionantes, y él, siempre con esa gracia que lo caracteriza. 


Y si hacemos mención a los efectos visuales, me agradó el hecho de que el director no abusara del CGI. Hay escenas muy bien logradas, por ejemplo, cuando Jennifer está dentro de la piscina en gravedad cero y queda atrapada en medio de una burbuja flotante. Impresionante, asfixiante, lo mejor del filme en cuanto a técnica. En fin, pudo ser más retorcida, sí... Y, aunque puede tener sus fallas (las cuales no voy a nombrar, porque tal parece que tienen que ver con lógicas interestelares y yo no sé nada de eso), la cinta nos regala una preciosa historia, que hace énfasis en las decisiones del ser humano bajo la ejecución de una ciencia ficción más que correcta y que nos emociona porque -vamos a estar claros-. ¿A quién no le gustaría viajar cientos de años hacia otra colonia y encontrarse ahí al amor de su vida?, ¿a quién no le gustaría tener sexo donde le plazca sin que nadie lo detenga ni lo observe?, ¿tentador, no? El caso es soñar. 


Puntuación: 7 de 10



La Bella y la Bestia: Un espectáculo lujoso y exuberante



Cuando la versión animada de La Bella y la Bestia (Disney) se estrenó, yo tenía nueve años. Recuerdo que la vi en uno de esos cines antiguos de mi ciudad, en los que la pantalla era una gran lona blanca y el techo quedaba como a 20 metros por encima de nosotros. Quedé fascinada con esa obra desde el preciso momento en que vi a su protagonista bailando en ese inmenso y lujoso salón, con aquel vestido amarillo, en brazos de la Bestia. Han pasado 26 años y hoy puedo confesar, con toda sinceridad, que -aún en la actualidad- tarareo de memoria toda la banda sonora y repito palabra a palabra cada frase de la cinta. Así que, sin seguir fingiendo o demostrando que solo me gustan las entregas "para adultos" porque ya crecí, vengo a hablar de esta versión live de 2017, dirigida por Bill Condon. En primer lugar, te encuentras a Emma Watson con una interpretación más que correcta y con el mismo traje que utiliza la de los dibujos animados. ¡Bonjour, bonjour! es el tema con el que arrancan el metraje de más de dos horas, algo que agradeces con todo tu corazón. Entonces hasta lo cantas y sientes que una cosa te palpita por dentro. Si creen que estoy exagerando, déjenme decirles que no. La Bella y la Bestia de este tiempo ha llegado como un homenaje fiel y exacto a la original de 1991. Y va mejorando, se va poniendo mejor cada vez que se parece más. 


Solo pocas escenas añadieron los guionistas Stephen Chbosky y Evan Spiliotopoulos, como una muestra de máximo ingenio; aunque -para mí- poco aportan. Por ejemplo: Hacen mucho énfasis en la inclinación sexual del personaje de Lefou, interpretado por el actor Josh Gad y quien es el mejor amigo del fornido y engreído Gastón (Luke Evans). También se explica que la madre de Bella fue a morir en París para evitar contagiar a su pequeña hija con una terrible enfermedad. De resto, alcanzan igualar fotograma a fotograma cada aspecto de la película de Gary Trousdale. Por otro lado, me gustó el hecho de que combinaran con total elegancia la animación con la imagen real; de hecho Ding-Dong, Lumière, Chip y la señora Potts lucen exactos... Y ni hablar de los decorados, por demás preciosos y exuberantes. En conclusión: Beauty and the Beast es un espectáculo visual y lujoso, que ostenta un diseño digno de comentar y alabar durante horas, con una historia fiel a la inicial y con la potente capacidad de lanzar un hechizo sobre los fanáticos de siempre, a los que nos tocó la nostalgia, y a los que la ven por primera vez.