Un gusto sincero por The Help


Una película que aborda el tema del racismo -aunque repetido-, pero con un fino hilo de esperanza, siempre es una propuesta que llama la atención de los amantes del melodrama. Muchos han dicho que The Help (mejor conocida como Criadas y Señoras o Historias Cruzadas) es un tanto manipuladora y "políticamente correcta". Tengo que decir que sí, es cierto. Nada más obvio que la intención de mostrar a los blancos con el alma negra y viceversa. Las mujeres de color dejaron de ser esclavas en esta trama; sin embargo viven en la Misisipi de los años 60, donde se desempeñan como sirvientas. Luchan por su integridad, y no les queda de otra que aguantar. Y esa capacidad de aguante vas más allá de los insultos, los desprecios y las injurias. "Las heces de los negros traen enfermedades a nuestras raza. No pueden usar nuestros baños", es una las frases que se quedan grabadas en las mentes de los espectadores.


No voy a negar que esta cinta, dirigida con gran facilidad por Tate Taylor,  tiene sus aciertos y desaciertos, pero a mí me atraparon mucho más los primeros. Es larga (138 minutos) y aún así no me aburrí en ningún momento. Desde el principio me conecté con la trama, la cual presenta a una chica con ganas de escribir un libro que saque a la luz todas las injusticias que giran en torno a estas abnegadas domésticas. El tono que el director imprime es satírico cuando quiere presentar una mentalidad retorcida y patética; de resto, del otro lado, encontramos sensatez y humanidad.


Me encantó la luminosidad de las escenas, amén del buen trabajo de fotografía de Stephen Goldblatt. Si me tocara definir su todo, diría que The Help es amena, emotiva e incluso en muchas ocasiones divertida. No ahondan en la situación social y política de la época, sino en el punto de vista de las personas. Lo importante aquí son los individuos y sus vivencias, algunas de ellas presentadas con unos sorprendentes toques de humor que vuelven realmente ameno el filme. Ni qué hablar de la labor de su reparto. Excelente estuvo Emma Stone, aunque no mejor que Jessica Chastain, Viola Davis y Octavia Spencer. Ellas sostuvieron unos roles más extremos y difíciles y le dieron vida a una producción que,  si bien pudo dar más, cumple con su objetivo al tocar directamente las emociones.


Magia parisina


Woody Allen es un genio y… bueno, siempre hace lo mismo, pero no importa. Midnight in Paris tiene luz propia, la misma luz de la ciudad donde está ambientada. Con unos personajes exquisitos y una narración bien medida, me parece una obra totalmente recomendable. Contiene un realismo mágico que atrapa y que, al final, deja un buen sabor de boca. Cuenta la historia de una familia que viaja a la capital francesa por asuntos de negocios. Entre el grupo hay una joven pareja que está comprometida, pero sus vidas cambian completamente gracias a ese viaje.


La cinta aborda la idea que tiene la gente de que una existencia distinta a la suya quizás podría ser mejor. Así vemos cómo se mezclan la nostalgia, la añoranza y el amor; tanto así que no sorprende ver que, de manera espontánea, surge el romanticismo bajo la suave lluvia parisina. El protagonista, Gil, (Owen Wilson) es un soñador y de repente se da cuenta de que está inmerso en los años 20, donde las grandes figuras de la literatura cobran vida propia e interactúan con él. Estar frente a esta cinta es deleitarse con una obra muy bella, dotada de infinitas delicias y mucha poesía. Una de las decisiones más acertadas al momento de escribir el guión fue incluir a Ernest Hemingway (Corey Stoll), Zelda Fitzgerald (Alison Pill), Francis Fitzgerald (Tom Hiddleston) y Adriana de Burdeos (Marion Cotillard). En esta última recae gran parte de la historia.


De más está decir que todos los actores están excelentes y que cada uno aporta un punto fascinante a la película. Ellos, tal vez,  ayudaron a que Allen se destacara una vez más -ha estado presente en infinidad de festivales y fue nominada a Mejor Película Cómica o Musical en los Globos de Oro- . Es una propuesta que encuentra la genialidad y la libertad en el camino. Por eso recomiendo no quitarla. Si por alguna casualidad el sueño los convence en el primer tramo, hagan caso omiso. Tómense una taza de café caliente y disfruten con Owen Wilson de esas madrugadas ancestrales en la maravillosa y eterna París. Al final agradecerán haberla visto de principio a fin.