“¿No la has visto?” (con tono de asombro)

Después de The Artist pensé que pasaría mucho tiempo para que yo volviera a escribir acerca de una película en blanco y negro. Más temprano que tarde llegó el día y lo hago con un orgullo que no puedo disimular; no tanto porque se trata de una obra de Steven Spielberg -que ya eso para mí es sinónimo de algo bueno-, sino porque me fascina cuando una película me proporciona verdaderas emociones. Antes de nombrar de cuál se trata, voy a describir una escena y ustedes lo sabrán al instante. Seguramente ya la conocen. Atención: Una niña pequeña tiene los ojos llenos de horror y camina entre una multitud que va directo a la muerte. Lleva una chaqueta que parece ser de un tono tinto, o tal vez rojo. Mientras tanto, un hombre la mira abrumado encima de su caballo. Sí, así es, 20 puntos. Esa secuencia jamás se olvida. Es La lista de Schindler (1993), ganadora de siete premios Oscar, incluidos el de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Banda Sonora.
Siempre la había tenido en mi lista de "cintas por ver". Sin dudas, forma parte de ese grupo que hace que la gente te grite asombrada: ¿No la has visto? Un amigo la puso en mis manos y yo me deleité de principio a fin. Cuenta la historia de Oskar Schindler, un empresario alemán que salvó la vida de un millar de judíos polacos durante el Holocausto. Está basada en la novela El arca de Schindler y fue protagonizada por un soberbio Liam Neeson, quien le imprime una gran fuerza al producto. No entiendo cómo él, Ben Kingsley y Ralph Fiennes (los otros actores del elenco principal) no obtuvieron ningún Oscar durante esa temporada. Bueno, sí lo entiendo, esas injusticias siguen ocurriendo.
Pero volviendo a lo que nos interesa, Spielberg dirigió esta cinta con una maestría difícil de superar. Tomó total control y dominio de cada escena, toma o movimiento, realizando un retrato muy duro del mayor crimen cometido por el ser humano. Mostró un tema que, aunque ya conocemos, siempre tiene la capacidad de asombrarnos más y más. "¿Cómo es posible?", se pregunta el espectador cuando ve reflejada una realidad en el trabajo de interpretación. No hay sentimentalismo chocante y sin embargo mueve fibras. Hace que nos sintamos dentro de los espeluznantes campos de concentración, donde el miedo y la tensión se confunden entre sí. Nos acaloramos cuando las víctimas sudan sin cesar dentro de los trenes y queremos ahorcar a los tiranos. Eso es lo que logra una entrega de tal magnitud como esta. ¡Sencillamente excelente!

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