Una delicia...

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Nunca leí la novela de Charlotte Brontë, Jane Ayre, y tampoco vi ninguna de las adaptaciones cinematográficas previas a las que hizo Cary Fukunaga este año. Por lo tanto no puedo hacer comparaciones entre una y otra, sólo me limitaré a hablar de esta última entrega que a mi juicio es una joya. Es difícil que una película tenga la potencia de despertar en el espectador sentimientos diversos como: tristeza, admiración, alegría, melancolía y admiración. Desde el instante en que esta historia comenzó me quedé perpleja y no despegué mi mirada de la pantalla ni un segundo. Me zambullí en ese mundo que rodea la maravillosa figura de una joven golpeada por la vida, pero esperanzada por el futuro de un amor tan fuerte que la paraliza.
El director demuestra ser grande, aún cuando en su haber no hay mucho trabajo en largometrajes. De él sólo recuerdo aquella producción latina de 2009 titulada Sin Nombre (excelente, de paso). En esta oportunidad, y según los comentarios de ciertos fanáticos de la literatura original, no se arriesgó en la aventura de añadir nuevos elementos, sino que se mantuvo fiel a la historia y utilizó lo mejor que tiene para contarla a su modo (por medio de flashback). Al parecer no copió absolutamente nada de sus antecesoras y eso es aplaudible. Destaca su montaje y la sensibilidad con la que dotó el filme. La solidez y la calidad se imponen sin exageraciones ni dramatismo repugnante. La ambientación, de mediados del siglo XIX es de primera, la fotografía es grandiosa y transmite ese toque oscuro, intensó y emocional que caracterizan este tipo de producciones.
La trama, misteriosa e inquietante, va acorde con el ritmo que no decae en ningún momento. El metraje está perfecto (un poco largo para contarlo todo, mas no aburrido). Sin embargo, lo mejor es el reparto. Mia Wasikowska (la Alicia de Tim Burton) ofrece una actuación de altura como Jane Eyre. Aparenta ser frágil, pero en realidad es fuerte, íntegra, rebelde, sensata e inteligente. Y Michael Fassbender (X-Men: First Class) está bárbaro y actúa con una mirada penetrante que jamás olvidarán. En una escena, cuando se desgarra llorando, le traspasa al espectador toda la desesperación  y hace que sintamos su dolor. Eso por hablar de los protagonistas, porque si incluyo al resto de los personajes necesitaré otra columna. Esta cinta es una delicia, un banquete especial para los amantes del cine de época y para los que aprecian lo bueno del séptimo arte en general.

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