Moonlight, una sutil y brillante poesía


Desde que comienza la temporada de premios cinematográficos llegan también las recomendaciones. Moonlight es una de esas películas de la que todos, o casi todos, hablan. Es una especie de rareza del mundo del cine independiente que te inquieta y te hace verla hasta el final. Eso me ocurrió a mí, pues -aunque lenta- (otros la llaman paciente) es una pequeña joya en todo el sentido de la palabra. Pretende ser sencilla, pero no... encierra una profundidad grandiosa, mezclada con sutileza y poesía de la más hermosa, pocas veces vista en la gran pantalla. Está contada en tres partes, mostrando a su personaje principal durante su niñez, su adolescencia y su adultez. Chiron es un joven afroamericano con una difícil infancia. Crece en una zona conflictiva de Miami, no esa Miami que todos tenemos en mente, colorida y alegre con playas divertidas. Su entorno es hostil y en él tiene que lidiar con el rechazo y el acoso. A medida que pasan los años, Chiron se descubre a sí mismo y encuentra el amor en lugares inesperados, mientras hace frente a la incomprensión de su familia y a la violencia de los chicos del barrio. 


Me gustó por dos razones: La primera es que se trata de una película de negros sin racismo. El tema del color aquí no es problema. Es, más bien, un retrato íntimo de la búsqueda de identidad social y sexual. Y la segunda es que Moonlight entra en la lista de las escasas aproximaciones centrales a un afroamericano gay en el cine estadounidense. "Bajo la luz de la luna todos somos azules", expresa uno de los personajes en el filme. Esta cinta nos presenta la vida de alguien que, desde la infancia hasta la etapa adulta, lucha para encontrar su lugar en el mundo y descubrir lo que realmente es. Y, tal vez, sí sea algo antes contado en el séptimo arte, pero te aseguro que no así como en Moonlight.


Por otro lado, el elenco está de lujo. Todos proyectan perfección actoral: Naomie Harris, quien le da vida a la madre de Chiron, se convirtió aquí en una total e inesperada belleza. También está Mahershala Ali; con un pequeño pero fundamental papel, encarnando a un vendedor de drogas de apariencia ruda que un día se convierte en una especie de figura paterna para el pequeño Chiron. Y luego están los tres actores que hacen las veces del protagonista en todas sus etapas: Alex R. Hibbert (el niño), Ashton Sanders (el joven) y Trevante Rhodes (adulto). Todos me sorprendieron, pero este último -tengo que confesar- que me dejó enamorada. Su presencia imponente, su cuerpo esbelto y su penetrante mirada reivindicaron al Chiron que sufrió por sus inseguridades en el pasado. De verdad este elegante pero discreto melodrama te deja con esa sensación de que acabas de ver algo que valió la pena. Su director, Barry Jenkins, hizo un gran ejercicio combinando momentos crudos y realistas con otros de expresionismo casi poético. Además posee una preciosa fotografía y una adecuada banda sonora. Luz de Luna (nombre en español) brilla como su título. Humana, sencilla, hecha con corazón... Yo la recomiendo. 

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