Una película de sangre y muela


No soy muy seguidora del cine de Quentin Tarantino. Desde que Django Unchained comenzó a sonar, de cara a la temporada de premiaciones, le estuve sacando el cuerpo. La trama de un cazarrecompensas alemán y un esclavo negro, quienes le siguen la pista a unos asesinos, no me animaba mucho. Dicen que el wéstern es un género para hombres. Muy pocas mujeres -salvo excepciones- se emocionan con hombres montados en caballos disparando por todo el Oeste. Sin embargo, me di la oportunidad de verla al lado de mi esposo. Él, por supuesto, estaba superconcentrado. Se notaba su interés por este tipo de películas, nada comparado con los momentos en que vemos alguna de corte romántico. No lo culpo. La historia atrapa desde el primer instante. Este rudo director infunde un toque denso, divertido, sorprendente e inesperado en una cinta dotada de grandes actores.



Jamie Foxx y Christoph Waltz (ganador en el renglón de Mejor Actor de Reparto en los Oscar 2013) hacen interpretaciones increíbles. Se tragan la cinta y dan rienda suelta a la genialidad, dirigida por un cineasta que no esconde sus caprichos; por el contrario, hace lo que le da la gana. Nos ofrece una dosis de sangre y carcajadas en partes iguales. Debo confesar que -extrañamente- no tuve prejuicios ni escrúpulos frente a la pantalla. Cuando todo se pintaba de rojo era cuando más abría los ojos. Y cada vez me maravillaba más con los diálogos. Los personajes iban saliendo uno por uno, como si se tratara de una caja de sorpresas. En la mitad del metraje vi el rostro de Leonardo DiCaprio, quien apareció con el efecto de un drástico zoom in, algo que le aportó más emoción a la escena. Más tarde me rendí a su pies, sobre todo al observar la destreza con la que llevó a término una de las mejores secuencias del filme. ¡Casi se me olvidaba Samuel L. Jackson! Bárbaro, bárbaro, bárbaro. No tengo otra definición.



Todo en Django está orquestado. Cuidan hasta el más mínimo detalle, amén de ser un director meticuloso, dedicado y libre. Uno de los elementos que más llamó mi atención fue la banda sonora. Las melodías se entremezclan para provocar una combinación de sentimientos, tanto, que a veces no sabes si reír o callar. Es cierto, se trata de una película violenta (en especial en el último tramo), pero que también resulta bastante agradable y entretenida. Debo confesar que nunca antes me había hecho tanta gracia una muela... Sí, una muela. ¡Hasta la próxima!

Valoración: 5 de 5

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