La Bella y la Bestia: Un espectáculo lujoso y exuberante



Cuando la versión animada de La Bella y la Bestia (Disney) se estrenó, yo tenía nueve años. Recuerdo que la vi en uno de esos cines antiguos de mi ciudad, en los que la pantalla era una gran lona blanca y el techo quedaba como a 20 metros por encima de nosotros. Quedé fascinada con esa obra desde el preciso momento en que vi a su protagonista bailando en ese inmenso y lujoso salón, con aquel vestido amarillo, en brazos de la Bestia. Han pasado 26 años y hoy puedo confesar, con toda sinceridad, que -aún en la actualidad- tarareo de memoria toda la banda sonora y repito palabra a palabra cada frase de la cinta. Así que, sin seguir fingiendo o demostrando que solo me gustan las entregas "para adultos" porque ya crecí, vengo a hablar de esta versión live de 2017, dirigida por Bill Condon. En primer lugar, te encuentras a Emma Watson con una interpretación más que correcta y con el mismo traje que utiliza la de los dibujos animados. ¡Bonjour, bonjour! es el tema con el que arrancan el metraje de más de dos horas, algo que agradeces con todo tu corazón. Entonces hasta lo cantas y sientes que una cosa te palpita por dentro. Si creen que estoy exagerando, déjenme decirles que no. La Bella y la Bestia de este tiempo ha llegado como un homenaje fiel y exacto a la original de 1991. Y va mejorando, se va poniendo mejor cada vez que se parece más. 


Solo pocas escenas añadieron los guionistas Stephen Chbosky y Evan Spiliotopoulos, como una muestra de máximo ingenio; aunque -para mí- poco aportan. Por ejemplo: Hacen mucho énfasis en la inclinación sexual del personaje de Lefou, interpretado por el actor Josh Gad y quien es el mejor amigo del fornido y engreído Gastón (Luke Evans). También se explica que la madre de Bella fue a morir en París para evitar contagiar a su pequeña hija con una terrible enfermedad. De resto, alcanzan igualar fotograma a fotograma cada aspecto de la película de Gary Trousdale. Por otro lado, me gustó el hecho de que combinaran con total elegancia la animación con la imagen real; de hecho Ding-Dong, Lumière, Chip y la señora Potts lucen exactos... Y ni hablar de los decorados, por demás preciosos y exuberantes. En conclusión: Beauty and the Beast es un espectáculo visual y lujoso, que ostenta un diseño digno de comentar y alabar durante horas, con una historia fiel a la inicial y con la potente capacidad de lanzar un hechizo sobre los fanáticos de siempre, a los que nos tocó la nostalgia, y a los que la ven por primera vez. 



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