El serio problema de la depresión


Los espectadores que asistan al cine y decidan ver la nueva película de Mel Gibson, Mi otro yo (El castor en otras partes), posiblemente lo hagan por presentir que se trata de una cómica historia entre un hombre y un peluche. Les aconsejo que primero revisen la sinopsis y vean el tráiler, porque lo que el público se encuentra es un armazón dramático que lo deja mucho más deprimido que el protagonista. The beaver (su título original) muestra a Walter Black, un empresario deseoso de redescubrir a su familia y "reacomodar" su vida. Es acosado por sus propios demonios,  esos que le dicen que ya no es el mismo ejecutivo brillante que dirige con éxito la juguetería que le heredó su padre. Sufre una grave depresión y, por mucho que lo intenta, no consigue nada que le permita retomar el rumbo, hasta que un día se topa con una marioneta en forma de castor.

Es una película con buenas intenciones, cuyo tema central presenta una enfermedad que afecta a mucha gente al rededor del mundo. La depresión es así, sumerge a la persona en el fondo del mar, la ahoga y le amarra un yunque en los pies para que no tenga la oportunidad de salir a flote. La dirección está a cargo de la actriz Jodie Foster, que también hace las veces de la esposa desesperada y ansiosa de ver a su marido completamente curado. Después de A casa por vacaciones, reincide en los problemas de la comunicación con los demás y, especialmente, con los seres más queridos. Se apoya en varios puntos de interés que posee el guión de Kylle Killen. Hay cierta originalidad en el punto de partida. Ver al personaje de Gibson interactuar con su otro yo y mantener un equilibrio entre lo dramático y lo cómico, es admirable.  También hay un tono surrealista e incluso terrorífico.


Me encantó el performance del protagonista. El actor logra una actuación formidable y poderosa. Creo que lo único que le faltaba, dentro del medio artístico, era graduarse de ventrílocuo y ya lo hizo. Lo que nos transmite es exactamente lo que -imagino- quería transmitir su directora. Se nota acabado, avejentado y muy enfermo, psiquiátricamente hablando. Por otro lado, el castor cobra vida y se convierte en un protagonista paralelo, con una personalidad bien definida. Lo único malo es que Foster no amplió el trasfondo. ¿Por qué Walter siente tal desilusión? Por un momento la cosa parece ser genética. En líneas generales, es una buena opción para los amantes del drama, una cinta con una vocecita que susurra: "Le puede pasar a cualquiera". 


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