Seguramente, cuando estrenaron Los puentes de Madison yo estaba inmersa en los exámenes del bachillerato, sin prestarle mucha atención al cine. Tuvieron que pasar casi dos décadas para que yo me interesara por este título tan simple como estremecedor. En realidad, en esta vida hay pocas cosas más milagrosas y misteriosas que enamorarse; no encapricharse, sino enamorarse profundamente y con el alma. Por fortuna, para enseñarnos a entender un poco más ese estado nació Clint Eastwood, quien vino a este mundo con el propósito de derramar todo su talento en la gran pantalla. Él revela cómo un cineasta de gran sensibilidad es capaz de retratar con aliento poético la pasión desbordada de dos seres humanos
Eastwood dirige y actúa de forma magistral. Sin embargo nada hubiese salido tan bien sin la presencia avasallante de Meryl Streep. La película está ambientada en la época de 1965. Francesca es una ama de casa que se encuentra disfrutando de apenas cuatro días de soledad en su casa en Iowa. Su esposo y sus dos hijos adolescentes se marcharon a la feria del Estado de Illinois. Un encuentro fortuito le cambia la vida, cuando conoce a un solitario fotógrafo del National Geographic, llamado Robert Kincaid. Ambos comienzan sintiendo una atracción espontánea y, más tarde, se enamoran de tal manera que duele el corazón de sólo verlos.
Hay una infidelidad latente, la cual hace eco durante todo el metraje. Con frecuencia sale a flote para decirnos: “Hey, recuerden que ella está casada”. No obstante la belleza permanece y no queda espacio para juzgar, ni siquiera el adulterio de Francesca. Creo que ella logra tomar las decisiones correctas. Yo aplaudí lo que hizo al final. Vale aclarar que no hay grandes escenas amorosas; es decir, no empalagan con diálogos baratos ni frases repetidas. Aquí lo menos es más, sobre todo una de las últimas secuencias del relato: prodigiosa, estilística y desgarradora. Una lección de vida cimentada en el milagro de un amor correspondido al final de los años. Lo mejor: la escena bajo la lluvia, mientras los protagonistas lloran; la fantástica fotografía, la banda sonora y la ambientación, Lo peor: nada.
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