Hace poco vi la película venezolana Las caras del diablo y, antes de escribir mis impresiones acerca de ella, me dediqué a leer otras críticas para ver si las opiniones estaban unificadas. Me encontré con una que si bien no es completamente destructiva, basa su argumento en una extraña comparación con el cine norteamericano. Para ser directa, hace referencias a la ganadora del Oscar del año pasado The Hurt Locker (por eso del recurso de la cámara en mano). Es cierto que la nueva entrega de Carlos Daniel Malavé no es la mejor de la temporada. Se encuentran ciertos problemas con el manejo de la cámara, con la no acertada musicalización, con los diálogos y con algunas actuaciones secundarias. Sin embargo, quiero excusarla tomando en cuenta que se trata de una obra hecha bajo la modalidad del llamado cine guerrilla. Es decir, utilizaron los recursos que tenían al alcance. No había presupuesto.
Partiendo de ese antecedente, es aplaudible que los directores criollos hagan lo que puedan y se avoquen a cumplir el sueño de crear una historia sin tener que esperar que alguna productora financie el proyecto. Esto no lo invento yo, sino que el mismo Malavé me lo dijo en una entrevista previa al estreno. Se nota que su mente cinéfila va mucho más allá y que apuesta todo –incluyendo su cartera- con el propósito de hacer cine. Lo más importante es seguir apoyando lo nuestro, y si hay un punto a favor debemos resaltarlo.
Partiendo de ese antecedente, es aplaudible que los directores criollos hagan lo que puedan y se avoquen a cumplir el sueño de crear una historia sin tener que esperar que alguna productora financie el proyecto. Esto no lo invento yo, sino que el mismo Malavé me lo dijo en una entrevista previa al estreno. Se nota que su mente cinéfila va mucho más allá y que apuesta todo –incluyendo su cartera- con el propósito de hacer cine. Lo más importante es seguir apoyando lo nuestro, y si hay un punto a favor debemos resaltarlo.
En el caso de Las caras del diablo, es necesario destacar el mensaje positivo que nos deja. No hablo de la trama policial, pues me pareció un poco floja. Me refiero al hecho de alertar a los padres acerca de los peligros que corren los hijos en internet sin supervisión de un adulto. La pornografía infantil está latente cada vez más, así como los secuestros y los asesinatos a menores. Dicho sea de paso, no es muy fácil tratar este tema. Pero agradecemos que, por un momento, esta producción nos alejara de la dignificación de los malandros venezolanos.
Jean Paul Leroux, como protagonista, tiene una participación creíble. A pesar de no ser papá en la vida real, muestra sufrimiento al enterarse de que su hija Sarah desapareció del plan vacacional. María Fernanda León, en el papel de la madre, también pone su mayor empeño y se esfuerza por conmover en las escenas de llanto. A la niña Valentina Mammarella no le dan grandes apariciones, pero es una nueva actriz que se levanta en el país. Aquí les dejo varios datos para que se interesen y vayan a verla: 1) Contó con la participación de 12 personas en el equipo técnico y el rodaje duró cuatro semanas. 2) Trabajaron con pocas luces. Eso les permitía llegar al sitio, montar rápidamente los equipos, grabar e irse. 3) El dinero para el filme salió de un ahorro que Malavé tenía apartado para comprarse un carro. ¡Es injusto no apoyarlos!
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